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Viajamos a… Mauritania: el corazón del desierto

Marzo 2012

Cada año Chinguetti muere un poco más, sepultada bajo las arenas del desierto. Pero no parece demasiado preocupada: no es la primera vez que sucede. Ni la segunda. Siglos atrás, la ciudad estaba enclavada en otro lugar no muy distante a la actual población. El viento, transportando la finísima arena del Sahara, poco a poco fue acumulándose en los rincones, en las paredes, en las calles hasta que enterró literalmente las casas. La vida se hizo insostenible y sus habitantes buscaron otro lugar donde vivir. Aquello sucedió en el siglo XVIII. Hoy, a Chinguetti le vuelve a pasar lo mismo. La arena, incesante en su esfuerzo de engullir la huella del hombre, está logrando lo que solo el tiempo, paciente y tozudo, puede lograr: sepultar las casas. Queda poco tiempo, tal vez unas décadas antes de que la antigua población vuelva a quedarse desierta y, con ello, totalmente abandonada a su suerte, sin nadie que la cuide e intente hacer algo por detener el avance del desierto. Aunque poco se puede hacer y, en previsión de un final cierto, sus habitantes van cruzando el río (un enorme lecho totalmente seco) e instalándose en nuevas casas, rodeadas de imponentes vallas, construidas a base de piedras, arena y cemento. Poco a poco, se va vaciando la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, condenándola inevitablemente a la desaparición.