Consternación y vergüenza

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El pasado viernes, 24 de junio, murieron en la valla de Melilla al menos 23 personas –organizaciones como Caminando Fronteras elevan la cifra a 37– cuando intentaban entrar en nuestro país. Muchas otras personas fueron golpeadas de una manera inhumana por la Policía marroquí, provocando un número indeterminado de heridos. Como ha escrito Mons. Santiago Martínez Agrelo, obispo emérito de Tánger: «No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. “Centenares”, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién importa? No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan».

Después de ver los vídeos que circulan por las redes sociales y escuchar los testimonios de las personas que asistieron a la tragedia, MUNDO NEGRO lamenta profundamente la muerte de tantas vidas a las puertas de nuestro país y condena la manera como se produjeron. Estamos consternados y avergonzados por esta nueva herida a nuestra común humanidad y nos sumamos a las voces que exigen a Marruecos y a España una investigación seria y objetiva que esclarezca los hechos. La prensa informa que ya se han cavado las fosas en el cementerio de la ciudad marroquí de Nador para enterrar a las personas fallecidas, antes incluso de realizarles la autopsia. ¿Por qué tantas prisas? ¿Se pretende con ello borrar pruebas? Esas personas tendrían que ser identificadas y repatriadas a sus países, pero da la sensación de que la desprotección que sufren las personas migradas y refugiadas en la Frontera Sur continúa incluso después de su muerte.

La tragedia de Melilla tiene que hacernos reflexionar. Esos jóvenes intentaban cruzar la frontera buscando una vida mejor. Eso no es un delito, es una aspiración legítima de todo ser humano que debe ser respetada. Tenemos que acabar con la injusticia que criminaliza a las personas migrantes y recordar que, como cristianos, estamos llamados a «respetar la dignidad de la personas, con independencia de su origen, color o religión».

Es evidente que mientras las desigualdades sigan creciendo en el mundo y tantos millones de personas estén obligadas a vivir en situación de pobreza extrema, la externalización y militarización de las fronteras nunca resolverá la situación de los flujos migratorios. Seguirán viniendo, seguirán llamando a nuestra puerta y seguirán pidiendo un poco de generosidad y de hospitalidad, un poco de humanidad. Si respondemos con vallas el conflicto es inevitable. Europa no puede vivir atrincherada en un castillo de bienestar y tiene que plantearse una humanización de sus políticas migratorias. Ojalá la fecha del 24 de junio sea un punto de partida en esa dirección.



En la imagen superior, equipo policial en la valla fronteriza que separa Marruecos y Melilla, el 26 de junio de 2022 cerca de Nador, dos días después de que un intento de inmigrantes de saltar la barrera resultara en una «violencia sin precedentes» que mató al menos a 23 africanos subsaharianos. Fotografía: FADEL SENNA/Getty.

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