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Kafka en el conflicto de Darfur

El escritor Abdelaziz Báraka Sakin, cuyas novelas están proscritas en su Sudán natal, narra una conmovedora historia de guerra en su última novela

El escritor sudanés Abdelaziz Báraka Sakin.
El escritor sudanés Abdelaziz Báraka Sakin.WOLFGANG TANNER
Marc Español

La relación de Abdelaziz Báraka Sakin con sus lectores bien daría para una novela. Cuando empezó a publicar y todavía podía vivir en su Sudán natal, el escritor, que publica en español El mesías de Darfur (Armaenia), una de sus obras más importantes, recuerda recorrer el país, incluidas sus zonas más remotas, cargado con ejemplares de sus libros a modo de librería ambulante. Y a partir de 2012, cuando tuvo que exiliarse a Egipto y luego a Austria, sus obras siguieron circulando en secreto por Sudán en la esfera digital, y clandestinamente en papel, en ediciones de baja calidad impresas por editores fantasma locales.

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Nacido hace 58 años en Kasala, al este del país, Sakin no empezó a destacar como escritor hasta la primera década de este siglo, pero pronto se erigió en lo que su traductor Adil Babikir calificó como “la voz de los márgenes”. Sus libros, en los que aborda temas como las duras condiciones de los trabajadores estacionales en el este de Sudán, los desastres en las explotaciones de tierras o en minas de oro y los conflictos en las zonas periféricas del país, dan buena cuenta de ello.

Voy contra todas las partes que luchan, porque solo estoy a favor del ser humano pequeño

No es de extrañar, entonces, que el régimen islamista del dictador Omar Al Bashir, depuesto en 2019, fijara sus ojos en él y lanzara una suerte de cruzada a partir de 2005, primero prohibiendo e incautando algunos de sus libros, luego arrestándolo varias veces y quemando incluso algunos de sus ejemplares y finalmente forzándolo a exiliarse.

“Comenzaron a atacarme por ir en contra de su proyecto civilizatorio árabe-islámico”, evoca ahora Sakin, que admite que “efectivamente no entraba en el horizonte de ese proyecto”. “Me atacaron con el pretexto de que incluía crítica social, ataques contra el Gobierno y un alto contenido sexual”, agrega el escritor, que pese a ello considera que su éxito se debe a que habla “la lengua del pueblo” y aborda “temas que tratan de lo esencial”.

Un grupo de sudaneses llega a Sortoni, en el norte de Darfur, tras huir de los enfrentamientos en Yebel Marra, en 2016.
Un grupo de sudaneses llega a Sortoni, en el norte de Darfur, tras huir de los enfrentamientos en Yebel Marra, en 2016.AFP

Un ejemplo de ello es El mesías de Darfur, en el que Sakin se adentra en las entrañas del brutal conflicto que asola la castigada región sudanesa desde principios de siglo con una conmovedora historia de guerra y peripecias, fe y venganza, que combina elementos poéticos y humorísticos, macabros y místicos. En sus páginas, traducidas al español por primera vez, el escritor retrata un Darfur diverso. Presenta un conflicto duro, desgarrador, interminable, pero con toques a menudo kafkianos.

El mesías de Darfur es la historia de un líder yanyauid —un temido grupo paramilitar árabe responsable de genocidio— y de una joven que entiende que nadie va a protegerla ni a impartir justicia y decide vengarse con sus propias manos. Pero también es la historia del recluta que mandan a la fuerza a la guerra, la del soldado que lucha 30 años sin saber ni siquiera a quién mataba, y la del combatiente que convierte en fuerza y en amor propio el pasado de esclavitud de sus ancestros en aquella tierra.

Es como si la guerra de Darfur no hubiera terminado

Sakin sabe bien lo que escribe. Durante la guerra de Darfur estuvo trabajando con Unicef y Save the Children asesorando a combatientes en las leyes de guerra, la protección de la infancia y la lucha frente a la violencia contra las mujeres. “Ello me dio la posibilidad de observar y vivir todo lo que estaba ocurriendo”, desliza. También pudo cargarse de dardos contra todos: sobre todo, contra los yanyauids y el Gobierno, pero igualmente contra los grupos rebeldes, que “tenían fundamentalmente un problema ético”, y contra la misión de paz de la ONU y la Unión Africana (Unamid). “Mi actitud va contra todas las partes que luchan, porque solo estoy a favor del ser humano pequeño y ordinario”, señala.

Sana Ibrahim Abdel Rehman, de nueve años, ayuda a su hermana Amina, de 24, a descargar bidones en su casa en el campamento de desplazados internos de Abu Shouk, en Darfur del Norte, Sudán, en una imagen tomada el mes pasado por Unicef.
Sana Ibrahim Abdel Rehman, de nueve años, ayuda a su hermana Amina, de 24, a descargar bidones en su casa en el campamento de desplazados internos de Abu Shouk, en Darfur del Norte, Sudán, en una imagen tomada el mes pasado por Unicef.Noorani (UNICEF)

La traducción del libro, a cargo de Salvador Peña, premio Nacional a la Mejor Traducción en 2017, llega cuando Darfur se encuentra en una nueva encrucijada. Desde el verano de 2019, Sudán está inmerso en una frágil transición hacia la democracia, que tiene en el futuro de esta región uno de sus grandes desafíos y amenazas. El pasado agosto, Jartum y algunos grupos rebeldes activos en Darfur firmaron unos vagos acuerdos de paz que de momento solo han alterado la dinámica del conflicto. En diciembre la Unamid concluyó su misión, a pesar de que la violencia está disparada. “Es como si la guerra de Darfur no hubiera terminado”, cuenta Sakin. “Lo que está ocurriendo en Sudán en la actualidad es un alumbramiento muy difícil de un régimen que quizás llegue a ser democrático”, considera el escritor.

Un buen barómetro de ello será el destino del propio Sakin, todavía en el exilio. “El Gobierno actual es como una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento, y eso supone que no hay ninguna garantía de cuál va a ser la evolución de Sudán. Pero, por otro lado, seguimos manteniendo la esperanza, porque es lo natural. Volveré a Sudán, pero no pronto”.

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