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Un sueño de ida y vuelta. La SAPE Congolesa

 

Casa África albergará en sus salas esta exposición de ochenta fotografías realizadas por Héctor Mediavilla (España) y Baudouin Mouanda (Congo Brazzaville) que nos adentra en el mundo de la Societe des Ambianceurs et des Personnes Elegantes (S.A.P.E.). Una realidad desconocida y extravagante que nos muestra otra cara del continente africano.

¿Un congoleño con un smoking rojo en medio de un entorno de pobreza? ¿Zapatos lustrosos para pisar escombros, tierra y basura?

Es la elegancia como religión. Un culto a la imagen y a la apariencia que lleva asociado detrás todo un código de conducta. Esto es la SAPE congolesa y nos lo muestra a través de la fotografía esta exposición comisariada por Sandra Maunac y Mónica Santos.

Decía Marcel Proust que es mejor soñar la vida que vivirla, aunque vivirla sea a veces soñarla y esta sentencia proustiana resume a la perfección una de las enseñanzas que nos aporta la SAPE, este movimiento extravagante y particular formado esencialmente por jóvenes de la ciudad de Brazzaville, capital de la República del Congo, y también algunos provenientes de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo cuyo nacimiento se remonta a la década de 1920, en pleno periodo colonial, cuando André Grenard Matsoua, al que se considera inspirador de este movimiento, el grand sapeur, volvió de París vestido con trajes occidentales y creó escuela.

La SAPE —que hunde su raíz en la expresión del argot francés se saper utilizada para referirse a alguien que se viste de forma elegante— es un auténtico espectáculo, un arte dirían algunos, un culto dirían otros, el culto a la apariencia donde la elegancia brillante e impertinente no se improvisa, donde todo está codificado: desde el tono y color del traje con su propia simbología, hasta la marca que uno lleva y que ha elegido para la ocasión. Cuando un sapeur sale a la calle, quiere que le miren. Ésta es su película. Son hombres respetados. Aclamados por el pueblo. Los invitados de honor en cualquier celebración.

Este movimiento, rico en significados tanto visuales como ideológicos, es retratado en esta muestra a través de dos miradas diferentes sobre el mismo fenómeno. Los dos fotógrafos contraponen sus visiones; uno como observador externo indaga en la complejidad psicológica y social de sus protagonistas. El otro, conocedor directo de la realidad de sus compatriotas, presenta una manifestación dinámica y creativa, acentuando el lado teatral y exhibicionista del fenómeno. Ambos comparten sin embargo un objetivo común: cuestionar el imaginario que nos hemos construido sobre África y sus gentes, ya que con la SAPE se ponen en entredicho nuestros prejuicios. Mediavilla y Mouanda nos conducen a conocer más a fondo las reglas y prescripciones de estos jóvenes pero sobre todo a viajar al mundo de los sueños de esta joven población y a entender el culto que practican impregnado de una filosofía propia.

Algunos la erigen como una verdadera religión en donde las marcas de lujo se convierten en divinidades y los diseñadores en santos patrones. Pero la prenda no es suficiente. Aparte de la marca del traje y de la idéntica importancia de los accesorios, prima la creatividad y el genio individual del saber vestir y comportarse, algo que no se compra: el gesto, las mímicas, las poses, los pasos de baile, la manera de andar y de deambular forman parte del repertorio de los sapeurs. Aunque la elegancia no es el único criterio para aspirar al título de sapeur. Un sapeur es ante todo un caballero y un pacifista.

La SAPE se articula de esta manera como un modo de vivir a partir del cual se construyen nuevas referencias y nuevos códigos de conducta, basados en la no violencia, la higiene, el respeto hacia sí mismo y el saber vivir. Un modelo a través del cual reivindican su derecho a decidir sobre su destino y a luchar por su felicidad. Para alcanzarla, el sapeur no sólo debe asumir estas reglas y respetar tales códigos, sino que debe también transformarse cumpliendo uno de sus mayores sueños: viajar a París. El sapeur se completa a través de la peregrinación a la meca de la elegancia, ya que el mito de la capital francesa sigue alimentando el imaginario de estos sujetos postcoloniales.

Adquiriendo una ropa que ni en sueños muchos podrían permitirse, los sapeurs ocultan su origen social y lo transforman en una victoria a través de una imagen de prosperidad y de éxito social. Una imagen que lleva consigo un mensaje: el rechazo a la pobreza.

Se puede llegar a considerar inmoral e insolidario que estos individuos se preocupen por conseguir marcas de lujo y no por obtener un buen trabajo y así poder sacar adelante a su familia, a su país, pero ¿quién construye los marcos de esta moralidad?, ¿quién establece y delimita las vías de acceso, cuando son nuestros propios sistemas de consumo los que difunden y exportan a todos los confines del planeta ese gran sueño?, ¿quiénes somos para negar a otros el humano deseo de soñar? Y esto es lo que procuran todos los días los sapeurs, construyéndose una vida de sueños en la que a veces viven despiertos y otras con los ojos cerrados.

 

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